miércoles, 20 de julio de 2011
viernes, 8 de julio de 2011
COLGUÉ
“Colgué”. Lo escucho 70 veces por día.
“Colgué” lo explica todo: No entregás el laburo? Colgué. Te olvidaste de llamarla? Colgué. Se te pasó el cumpleaños? Colgué. Abriste la hornalla, no encendiste el fósforo y explotó tu casa? No me digas nada: colgaste.
A los estudiantes que hoy “cuelgan”, los estudiantes de ayer les decimos: en nuestra época inundábamos la casa, nos poníamos papel secante en los pies, matábamos abuelos (siempre llevando la cuenta de cuántos abuelos habían muerto), en definitiva: usábamos la creatividad aplicada a las excusas. En nuestra época excusarse era un arte que practicábamos frente al espejo.
“Colgué”, me dice gente que tiene celular, computadora, i-touch, que hasta podría programar al GPS para que le diga “gire a la izquierda y entregue el purísimo trabajo” con voz de española alzada, si tuvieran dos dedos de dignidad.
Colgás? Anotá, hijo de puta. Tatuate como Memento. Grafiteá la casa como Charly García, me chupa un huevo cómo pero no cuelgues. No sos una Comodore 64. Los humanos no cuelgan. No deberían.
Odio la excusa, pero lo peor de todo es que odio el término en sí mismo porque no lo entiendo.
Acá estoy, entonces, intentando subirme a la moda.
“Colgué, o el término que todo lo explica en la posmodernidad”
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