La vida apesta. Todo cuesta un huevo, todo sale peor de lo que pensamos, más caro de lo que imaginamos, es más pequeño de lo que lo deseamos. Apesta. No es culpa de que salgas poco. Ni mucho. Ni de tu frustrante trabajo. Ni de tus adicciones, sean las que sean. Es el equilibrio del mundo: todo tiende a empeorar. Y sobre todo apesta este blog. Blog de mal gusto y mala sintaxis. La democracia de Internet… realmente apesta.

miércoles, 22 de febrero de 2012

María Jesús Rivero, o por qué renuncié a Clarín




El 26 de septiembre de 2008 hice abandono de trabajo en Clarín. Llegué, vi la contratapa de Olé. Fui a putear a todos los que pude putear y me fui. Fue la última vez que volví a trabajar ahí. En el 2008 yo era la loca de mierda que defendía causas perdidas.
Mientras el nombre de María Jesús Rivero empezaba a sonar en otros medios –y en el mismo Clarín- por las denuncias por Trata de Personas, en Olé le limpiaban la imagen a lo loco.






Me acuerdo de que Carlos Garmendia –abogado de Susana Trimarco- estaba en Buenos Aires y fue a ver a Pablo Pisani, periodista que firmó la nota de contratapa de ese día y, adivinen: Pablo Pisani se hizo el boludo.
Pienso en Pablo Pisani. Pienso si lo habrán convencido con unos billetes –que habrán ganado vendiendo chicas-, con unas invitaciones a sus wiskerías, si le habrán mandado putitas a visitarlo o si solo lo hizo de ignorante.
Pienso que si fuera él, por el motivo que haya sido, renunciaría, pero en definitiva no me importa. Pienso que ahora, pasado el miedo de no tener trabajo, de no haber “asegurado mi futuro”, tengo una alegría inmensa porque por una vez estuve del lado de los buenos.
Pienso que a la hora de levantar una bandera como la que levanté no estaba segura pero sentía que debía tomar una postura clara. La tomé. Me costó el trabajo y ahora me cuesta la satisfacción de no haber sido indiferente cuando la mayoría lo era.
Hoy María Jesús Rivero está sentada en el banquillo de los acusados y ahora es más fácil repudiarla. Este no es un mensaje para contarles lo buena que fui. Es un mensaje para invitarnos a todos a reaccionar cuando las cosas todavía no son tan claras, cuando hay alguien reclamando y todavía no tiene apoyo, cuando vemos injusticias que no son tan resonantes. Porque el mundo apesta, pero estar del lado de los buenos significa poder mirar a los pibes con la certeza de que podría apestar menos.
Y si este caso particular no te resulta indiferente, podés colaborar directamente con la fundación de Susana Trimarco entrando acá: http://www.fundacionmariadelosangeles.org/esp/colabora.htm




miércoles, 1 de febrero de 2012

Las boludas



Sí, sí… sigan tratándonos de boludas. Dale! Sigan. Qué pelotudas que somos… Sí, no sabés, unas boludas bárbaras. Sigan. Que mientras ustedes nos tratan de boludas nosotras copamos las gerencias, la Corte, los reinados, las presidencias.

Sigan… Qué boludas que somos las minas. No sabés los idiotas que somos. No entendemos nada. Tan idiotas que nos cobramos una mirada de un culo ajeno con unas vacaciones en el caribe o con el cambio del auto por un 0 km.

Dale, trátennos de boludas que mientras tanto nos cogemos entre nosotras y a ustedes les hacemos creer que estamos en Pilates. Qué boludas bárbaras. Que por un pete sacamos una Luis Vuitton y ustedes tienen que invitarnos 50 cenas y si no tenemos ganas, no pasa naranja.

Dale, a las pelotudas explíquenles que si son dos sobres en lugar de uno las medidas se duplican. Re pelotudas somos, que damos el “sí” e inmediatamente somos dueñas de la mitad de lo que produjeron durante toda su vida.

Mirá las minas, qué pelotudas… miralas, que pueden caminar excitadas y erguidas a la vez. ¡¿Inténtenlo ustedes a ver quién es el pelotudo ahora?!

viernes, 7 de octubre de 2011

HSBC



Me robaron la billetera. Luego de dos horas esperando que me atendieran los del call center del HSBC -y todavía faltándome una hora más para que me atendieran- mandé un mensaje por web. 
Qué suerte que me respondieron!

viernes, 8 de julio de 2011

COLGUÉ

“Colgué”. Lo escucho 70 veces por día.

“Colgué” lo explica todo: No entregás el laburo? Colgué. Te olvidaste de llamarla? Colgué. Se te pasó el cumpleaños? Colgué. Abriste la hornalla, no encendiste el fósforo y explotó tu casa? No me digas nada: colgaste.

A los estudiantes que hoy “cuelgan”, los estudiantes de ayer les decimos: en nuestra época inundábamos la casa, nos poníamos papel secante en los pies, matábamos abuelos (siempre llevando la cuenta de cuántos abuelos habían muerto), en definitiva: usábamos la creatividad aplicada a las excusas. En nuestra época excusarse era un arte que practicábamos frente al espejo.

“Colgué”, me dice gente que tiene celular, computadora, i-touch, que hasta podría programar al GPS para que le diga “gire a la izquierda y entregue el purísimo trabajo” con voz de española alzada, si tuvieran dos dedos de dignidad.
Colgás? Anotá, hijo de puta. Tatuate como Memento. Grafiteá la casa como Charly García, me chupa un huevo cómo pero no cuelgues. No sos una Comodore 64. Los humanos no cuelgan. No deberían.

Odio la excusa, pero lo peor de todo es que odio el término en sí mismo porque no lo entiendo.
Acá estoy, entonces, intentando subirme a la moda.

“Colgué, o el término que todo lo explica en la posmodernidad”


lunes, 13 de junio de 2011

LA DEPRESIÓN DEL OPTIMISTA






El hecho lo ameritaba. Por primera vez en el año hice uso del chaleco de fotorreportera y fui a la despedida del gran Martín Palermo.
Bastaron pocos minutos para que recordara por qué había dejado de ir. Credencial y chaleco para que nos den la entrada. La entrada la pasamos por dos molinetes. Nos anotan el número de socios de ARGRA 4 veces hasta entrar al campo de juego. Entramos y ahí convivimos con policías, organizadores de a cientos, parientes cercanos, lejanos, políticos, porristas, chiveros, falsos policías, falsos organizadores, falsos parientes, falsas porristas y falsos chiveros.
Cuando quisimos ubicarnos detrás de los arcos vimos que, donde debería haber espacio vacío había parlantes, consolas, trípodes, gordos, ratis y trolas. Nos ubicamos igual, en recovecos. No somos pedigüeños los fotorreporteros. Por eso, a lo único que atinamos es a pedirle a la horda de colados que por favor caminen rápido cada vez que pasan por delante nuestro. Llega el final y nos ponen detrás de una cuerda, a espaldas del evento. Vemos volar a Martín, pero no vemos los brazos de los que lo sostienen. Mario Pergolini se encarga de tapar lo poco que podemos encuadrar. Nada, pero nada de nada de la emoción que pueden sentir los que lo miran por TV llegamos a sentirla nosotros, que nos pasamos toda la noche gritándole a los colados (que por supuesto pasean del otro lado de la cuerda) que nos dejen laburar.
750 técnicos y ninguno que sepa enchufar los micrófonos para que no se corten cada 5 segundos. 2000 policías y ni uno mirando a la hinchada. Martín sigue puchereando a lo lejos.
La ficción del optimista hoy no tuvo el final que esperábamos, 1 a 1 mediocre y lo peor: sin gol de Palermo. El milagro no llegó. Tal vez se debió a que el Titán lloraba cada vez –sí, cada vez- que la Doce coreaba su nombre. O tal vez se trate de una ficción francesa, donde los buenos son buenos, pero nunca ganan.
Las despedidas apestan. Y muerto Martín, muerto el optimismo.
Solo para llevarle la contra a todo lo que yo viví, las fotos se ven emotivas. Las fotos tienen ese don: el de mostrar parcialmente. El de congelar un momento y borrar los otros. Martín también tiene un don: el don de volar por los aires, de revolcarse de fútbol, buscar siempre, de lograr que hinchas del otro equipo se queden a ver su despedida, de jugar y llorar como un crío.
Será por eso que todo esto se ve lindo, pero la fotografía apesta como las películas de Hollywood. Como la vida de Palermo, que como bien dijo Bianchi sin anestesia en el video homenaje: lo que viene no tiene nada que ver con lo anterior. Lo que empieza es todo sufrimiento y casi nada de goce.
Gran motivador de La Vida Apesta, este Carlitos. Si no cobrara tan caro, lo contrataríamos de colaborador.



domingo, 12 de junio de 2011

GOLPE BAJO

Queridos súbditos equipo:


Ayer cuando fui al Luna Park a ver gatos boxeo, noté que me habían hecho caso cuando les pedí que no midan gastos a la hora de imponer mi marca imagen para que todos los boludos electores se acuerden de mí en las próximas elecciones.
Quiero contarles algo que aprendí: "muchos lugares" no es "cualquier lugar". La próxima vez que empapelen un lugar con mi slogan eviten ponerlo donde algún chorro representante de la clases bajas que busca salvarse pueda agarrarse las pelotas con gestos de dolor.
Váyanse todos a cagar. Besis.


Fran De Narvaez.